Quedarse con ese
abusador que tenía por pareja no era una opción y ella lo sabe; aún así, no acaba de acostumbrarse
al albergue. Ni a trabajar en la fábrica de noche.
La primera claridad del día la
encuentra en la parada del ómnibus, pronto regresará a su nueva vivienda. Puesto que apenas se sostiene sobre sus piernas, retrocede un par de
pasos hacia la pared próxima y apoya la
espalda en busca de alivio. Pared que alguien pintarrajeó varios meses antes.
Como resultado de esa vandalización, parece que hubiera un cielo negro, preñado
de tormentas, sobre su cabeza. Sin embargo, cuando abra los ojos que el
cansancio la ha obligado a cerrar, verá que frente a ella la luz aumenta; que
una mañana rosa geranio, rosa rosa, rosa malvón, está pronta a nacer.
Leído en Radio Candelaria, Tenerife, el 18/10/23