La canción que cantábamos para reclamar nuestros derechos, fue declarada ruido. "Un ruido estridente enloqueció a la urbe. Hasta tanto se estudie el caso, queda prohibido traspasar su límite", expresaron las autoridades.
Ahora creemos escuchar aquella canción cada vez que nuestra piel muta. Lonjas amarillo verdosas que arden como si nos atacaran con fuego. Las zonas afectadas después se secan y caen, los huesos quedan expuestos.
Desconocemos quién infectó a nuestra ciudad con tanto odio. Sólo sabemos que su violencia mortal ya se cobra las primeras víctimas.