Cuando cae la tarde, por unos
momentos se permite descansar sobre la tierra. Ella ya no se abre para él, hace
muchas eras que no lo desea como amante, sin embargo tiene piedad.
Comprende que lo agobie soportar el peso de tanta galaxia y nebulosa y
agujero negro, de las aves que vuelan hacia él y de cuanto aparato ha
inventado la humanidad para ir a su encuentro. Comprende el dolor que siente
ante las plegarias que lo nombran.
Desde luego, también sobre el mar
descansa. Aunque la aclaración huelga, bien sabemos que el mar es sólo esa tierra ligera que aprendió a expandirse para, luego, volver sobre sus
pasos.